viernes, 1 de junio de 2012

Otra entrega de África

La laguna de la sal y el buen amor

 Gran parte de lo que hay que contar de la laguna de Songor, que en lengua local significa "del buen amor", lo ha escrito ya el periodista Ángel Gonzalo en su blog Ghaneantes, aviso para, maravilloso todo él por su retrato de la vida cotidiana en Ghana, con su cara y su cruz. Allí, al lado del mar, en Ada Foah, reside como voluntario desde hace meses, bien duros, y ya se le acaban. “Nadie puede separar a las personas de Ada de la laguna de Songor. Culturalmente, la laguna es parte de las personas de Ada y las personas de Ada son parte de Songor. Define nuestra identidad”. Este es el sentir de la gente del lugar respeto a esa mancha de agua salada de casi 400 kilómetros cuadrados, tan valiosa que es reserva de la Biosfera.

18 Ghana - Alfredo Cáliz
Trabajo en la laguna de Songor, en Ada Foah (Ghana). Fotografía de Alfredo Cáliz.

Todo lo que vimos y vivímos allí fue gracias a Gonzalo y a su compañera Elena Llanos, que nos invitaron a su casa en la desembocadura del Volta (lugar increíblemente hermoso, increíblemente rico y pobre a un tiempo, del que hablaré en otro post) y nos acercaron a esta historia de conflicto entre tradición y desarrollo, entre intereses nacionales y derechos individuales que chocan allí desde hace años.
Ellos nos llevaron hasta la laguna de la mano de algunos pobladores (Albert A., Rebecca Narh., George Selasie, Joseph Tepe y Kofi Larweh), miembros de la cooperativa en defensa de Songor, representantes de las comunidades que habitan alrededor de esta superficie de agua inmensa que deja sal, mucha sal, como rastro generoso en su vaivén. Y no es que lo diga yo. "Nuestra gente cree que la sal es un regalo de Dios", afirman ellos. Todo que produce la naturaleza lo es: las frutas, los peces, el agua... Y con la sal (igual que hacían los ashanti con el oro) se sellaban los acuerdos cuando la gente no sabía escribir; con la sal antaño se pagaba. Era moneda y firma. Garantía.
Gente rica en tradiciones es esta, tan diversa en clanes como en lenguas (por aquí se hablan seis: del hansa al ga, del akan al ewe), con la que nos reunimos en interesante charla. "El mayor problema de la zona es el de la laguna de Songor", afirmaban unánimes, entre sudores (los nuestros), bajo la sombra agradecida del porche de madera de Radio Ada, la emisora local nacida a mitad de los noventa que es como un milagro de democracia en este rincón perdido. Una plataforma de expresión que se ha ido extendiendo por los departamentos del distrito y está abierta para todo aquel que lo desee. Nació, dice Kofi Larweh, el director, por "necesidad de la población, pescadores, agricultores, sin partidos políticos, para apoyar proyectos, campañas y sobre todo para resolver conflictos y promover la paz". Asuntos de lindes, cosechas, disputas; asuntos cotidianos... Y se financian con los anuncios de los funerales, que allí son pura celebración y fiestas de altura. "La laguna es el mayor problema aquí", repite Kofi, "y tenemos que resolverlo de un modo u otro". En ello están.
laguna songor, en Ada, Ghana, por lola huete machado
"Todo aquel que se acerque a la laguna tiene derecho a llevarse sal para su uso", esta fue siempre la norma no escrita en Songor. Siempre respetada. Hasta que una empresa multinacional y otra estatal se instalaron para explotar la zona. Fotografía de L.H.M.

Calor y verde intenso, sonidos de aves... el olor del mar y el pescado seco cercano, los niños corriendo, un puesto en la carretera, al lado, que vende sardinas en lata y pan esponjoso, un manjar... "Cualquiera que se acerque a la laguna tiene derecho a llevarse sal para su uso personal". Una regla no escrita que todos conocen. Los habitantes de la orilla suman unos 65.000 de quince grupos que pelean por su supervivencia en este instante y llevan haciéndolo desde hace décadas (en 1984 se creó la cooperativa).
Desde que el Gobierno anunciara su intención de explotar la sal de forma industrial, pues la laguna de Songor es la mayor superficie productora del país (hoy se extraen poco más de cien mil toneladas año y aspiran a que superen el millón). Y lo anunció primero por la fuerza de la fuerza, en los setenta; luego intentando impedir el acceso al agua a sus pobladores, en los ochenta... Más tarde con la compra a los mandatarios locales (chief) bajo manga de determinadas zonas, siempre con promesas vanas... Algo contamos ya en el reportaje Ghana: Estado de buena esperanza publicado en El País Semanal hace nada.
No es fácil la vida aquí. Las marismas, los estuarios, los humedales son siempre una mezcla ambigua de agua y tierra que tienen algo de gestación e inicio. Algo que impresiona. La supervivencia de los habitantes de este rincón del mundo era ya lo suficientemente difícil a diario, pues recolectar la sal es un tarea ejecutada la mayor parte del tiempo en condiciones extremas: el sol cayendo a plomo, 32 grados y una humedad se diría del ciento por ciento. Así era cuando lo visitamos.
La tiranía del clima, la precariedad de sus asentamientos y viviendas, la increíble fortaleza física y capacidad de resistencia de personas, a las que se vislumbra a lo lejos, perdidas aquí y allá, como manchas en un horizonte de montañitas blancas de sal cegadoras a la luz del sol impenitente. Mirar a la lejanía hace daño. Tan inmensa es la laguna y tan blanco su color. La gente aquí trabaja con sus manos, sin medios o herramientas, apenas algunas palas, cubos o barreños sobre la cabeza, carros o un tractor se ven cerca; una tarea artesanal en la que se implican todos en la comunidad, hombres, mujeres y niños desde hace generaciones. Mucha explotación infantil. Poca escolarización. Y muchos temporeros, que se acercan en el tiempo adecuado para la recolección y luego desaparecen dejando una estela de mujeres preñadas e hijos que nacen en la siguiente estación. Mujeres que mantienen solas a sus hijos son por este lugar mayoría. Muchas, cuenta Rebeca que pertenece a lo que llama Ada Songor Lagoon Women's Wing. En una esquina del humedal se levanta un monumento a una martír, pues ya tienen algunos en su lucha, Maggie, una mujer que murió por la represión policial de las protestas allá por 1985.
"Ghana y Senegal son los grandes exportadores de sal de África Occidental y compiten por exportar un producto natural vital para los habitantes de la zona, muy apreciado para el consumo humano y la conservación de alimentos. Piensen que se trata de lugares donde la electricidad todavía hoy es una quimera para miles de personas", cuenta Ángel en su blog. "Las 15 comunidades de la laguna de Songor están agrupadas en 10 clanes, cada uno con su propio chief, autoridad local sin papel administrativo real pero muy respetado por la cultura local. De los 10 chiefs, y aquí empiezan las confusiones, cuatro son considerados por la corriente tradicional como los únicos con poder de negociación real, ya que afirman que los seis restantes representan a comunidades que se asentaron en la zona más tarde. No todas las partes implicadas opinan igual", sigue. Y algunos, hace nada, empezaron a colocar vallas en su zona y a indicar: "Aquí no toques, que es mío". Parcelar se llama eso. Asunto que el Gobierno aplaude: divide y vencerás. "Fueron antepasados nigerianos los que encontraron la sal, aquellos que la encontraron son los propietarios", afirman.
Así, las comunidades son las tradicionales propietarias de las tierras, desde un tiempo en que la posesión se firmaba de palabra y obra, un estrechón de manos y bastaba. Y ahí es donde yo, europea de pro, en la reunión que mantuvimos en el patio de Radio Ada, expuse bien alto esa norma que en realidad sólo es teoría (que la realidad y la práctica en Europa también son otra cosa): "Ah, pero en Europa, el mar o los ríos son propiedad pública no son de nadie sino de todos...". Y ellos respondieron riendo: "Por eso ustedes son pobres y nosotros ricos". Las prácticas políticas occidentales a pesar de ser buenas, aseguran, no tienen por qué serlo para África entera. Ese afán por imponer modelos, decían. De todos resulta que ha sido siempre la laguna. Menos ahora.
Según la ley no escrita del lugar, a nadie que pertenezca a cualquiera de estas comunidades se le puede negar nunca el trabajo y el beneficio de la sal que obtenga. Cualquiera podía y puede llegar allí, asentarse y trabajar, con el consentimiento del chief de turno, y obtener la cantidad de sal que necesite para su subsistencia. Todo lo comunal se comparte, los jefes electos no pueden ser propietarios... Así han funcionado siempre y así quieren seguir funcionando. Gente que ama su tierra. Y ve que su futuro es complicado.
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La laguna es asunto nacional en esta zona, cosa de cada día, objeto de división de opiniones y conflicto servido (también ecológico). Radio Ada sirve de foro de encuentro entre las partes desde hace años, como activa defensora de la identidad de las comunidades del distrito Dangme, entre las que se incluyen Songor y otras. "Por la radio han pasado las empresas, los chiefs, el Gobierno, los políticos, la cooperativa y la ciudadanía, basados en tres principios clave: libertad de expresión, respeto mutuo y rendición de cuentas. Estas reuniones se celebran cada dos meses, son abiertas -he participado en tres de ellas- y, además, se realiza un programa con las novedades sobre lo que se discute, dando voz a todas las partes e informando a la ciudadanía veraz y puntualmente", cuenta Gonzalo.
Sus vidas desfilando ante nosotros como en una película. Recuerda Ángel Gonzalo a una mujer, Cynthia Dornukie Setiameh, perteneciente a la comunidad Goi, una de las más afectadas y amenazadas de desalojo, quien declaró: “Si ellos quieren realojarnos en otro lugar, nosotros queremos que la laguna nos siga adonde vayamos… nuestra mayor ocupación aquí es obtener sal… Nosotros no sabemos hacer otra cosa. ¿Qué vamos a hacer en otro lado? ¿Cómo vamos a alimentar a nuestros hijos o a pagar las tasas de las escuelas?”
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Niños trabajando en Songor. Fotografía de L.H.M.

Pero la postura del Gobierno es otra, nacional y decidida, y esto ha modificado hasta tales modos sociales del lugar: la unión entre ellos se ha roto al grito del que no corre vuela o similar. Los que obtienen prebendas se las quedan y firman acuerdos con los que los demás disienten. Y desde 1992 (la Constitución se aprobó ese año y entraron en vigor leyes para regularizar la producción de materias primas) todos los minerales son propiedad del Estado. Y la sal entra en tal categoría, igual que el oro o el petróleo que Ghana también posee. "La Carta Magna les da el derecho de explotación y este se ha plasmado en un plan de acción que no se ha negociado con la población local y que lleva desde 2004 pendiente de ejecución", sigue contando Gonzalo. "Entendemos que los recursos deben ser explotados, entendemos que es dinero para el Estado, para todos... pero eso es lo que aquí se ha hecho desde siempre, la sal era para todos... y queremos seguir participando en su explotación, queremos que se nos considere, queremos sobrevivir, conservar nuestras poblaciones, casas, nuestro modo de vida", dicen ellos. ¿Y lo partidos políticos no les ayudan? "Los partidos son antipeople", aseguran.
Los habitantes de la laguna han elaborado un manifiesto, exponen su situación sin descanso, piensan defender sus derechos hasta donde sea necesario, cuentan con asesoría jurídica y hasta alguien un día les dedicó una canción... Nos dan papeles, datos, informes... No se cansan de compartir con otros lo que les sucede. Y sobre todo, explican a los jóvenes constantemente, los implican. Y esperan. La Cooperativa en Defensa de la Laguna de Songor emite hasta dramatizaciones cada poco en Radio Ada, esa emisora local a la que la Unesco llamó la voz de los sin voz. Aquellos que son personas como Albert A., Rebecca Narh, George Selasie, Joseph Tepe y Kofi Larweh... puntitos brillantes perdidos en el horizonte salino, que se van difuminando a través del retrovisor mientras nos alejamos.

Fuente: elpais.com 

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