viernes, 4 de mayo de 2012

Seguro que no es la única... hasta podría ser mi experiencia

Doy clases de español a chicas africanas en una ONG. Creo que es por egoísmo, para sentirme mejor. Y ellas me dan clase de todo lo demás. Por ejemplo, me enseñan que “el hombre blanco tiene reloj pero nunca tiene tiempo” (con risas y codazos luego). También me han explicado por qué los negros tienen los dientes más blancos que los blancos: porque mastican todo el día la ramita de un árbol, porque no fuman, por lo general no beben y están acostumbrados a comer mucha fruta y pescado y poca carne. Me enseñan a bailar kuduro, aunque no les alcanzo el ritmo de cadera. A ser una groupie de Youssou N’dour y a tejer trencitas con el pelo, que te tienes que deshacer en tu lecho de muerte porque da mal fario. Sus hijos vienen a clase y guardan silencio. Es curioso, los niños negros lloran mucho menos que los blancos, quizás por economía del esfuerzo, porque no les va a servir de mucho. A cambio de mis clases de español ellas me han descubierto su profundo sentimiento de familia, que abarca a los amigos y a los hijos de los amigos. Me han enseñado dignidad y a no quejarme. A sentirme afortunada. Y avergonzada de un gobierno cínico y cruel que convierte el coste público de estas chicas y sus compatriotas en cromos para cambiar con Angela Merkel.
Para ahorrar, ellas y los inmigrantes que no cotizan se quedan sin sanidad gratuita, a excepción del parto, urgencias y pediatría. Antes ya se habían quedado sin trabajo, sin buenos colegios, sin pisos dignos, sin saber qué se siente al entrar en un restaurante, sin un buen abogado, sin contrato, sin la mochila de Spiderman y sin vacaciones. Seguirán aguantando, porque es mejor una mala vida aquí que una buena vida allá. Eso si nuestros políticos no acaban por matarlos de agotamiento y hambre. Ha vuelto Darwin en versión gore. Lo que estamos haciendo con el BOE es estrangularlos hasta que, superados por las circunstancias, se marchen o se mueran. Solo queda limitarles la educación y habremos acabado con ellos. Ya veréis entonces lo mucho que ahorramos.
Es lamentable que los gobiernos sigan obviando que tenemos en el cajón una factura por pagar: hemos arrasado sus continentes aprovechándonos de su ignorancia y no hemos movido un dedo para que puedan subsistir en sus países. Ahora que han venido a los nuestros nos molestan. Asegurarnos de que viven con un mínimo de dignidad no es cuestión de bondad, es una obligación moral. Por eso cuando me los cruzo no siento pena, sino una punzada de vergüenza.
PD: La ONG se llama Karibu (significa bienvenido). Pero hay cientos de ellas en las que puedes colaborar, con inmigrantes o con españoles. O con cualquiera que esté peor que tú.

Fuente: 20minutos.es

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