miércoles, 6 de febrero de 2013

Día mundial contra la mutilación genital

“La ablación no está escrita en ningún sitio, ni en el Corán”
 
Fátima Djarra ejerce como mediadora con familias africanas para ayudar a las mujeres mutiladas y evitar que la práctica perdure otra generación
 
Fátima Djarra / EL PAíS
La vida de Fátima Djarra es de esas que sirven para llenar un libro, uno de esos gordos al estilo bizantino, pero sin el tono frívolo. Nació en la capital de Guineea-Bissau hace 44 años. En 2004 su marido falleció y ella dejó su puesto de funcionaria en su país para emprender el viaje a Europa. Su primer destino fue Bruselas, donde vivió durante un año. Luego conoció Bilbao, donde vivía una hermana suya, y ya no la mueven de allí. Le gustó la ciudad.
Fue entonces cuando comenzó a involucrarse con asociaciones de mujeres, a compartir experiencias con mujeres que, como ella, habían pasado por la ablación. Médicos del Mundo comenzó hace años una campaña para que fueran las propias mujeres africanas las que hablaran de la mutilación y enrolaron a Djarra para hacer fuerza. "Las mediadoras somos fundamentales", cuenta, "hablamos el mismo idioma, tanto verbal como no verbal".
Curiosamente, Djarra recuerda su mutilación con momentos buenos: "Nos metieron en el bosque a unas 300 niñas, estábamos solas, pero bailamos y cantamos... luego llegó lo difícil". Lo que en su cultura se llama entrar en "la sociedad secreta de la mujer".
Por eso defiende su misión. Puede ayudar a otras mujeres porque ella ha vivido lo mismo. En su familia, como en muchas otras, la mutilación era algo beneficioso. Su propia tía la realizaba. Hoy, sus sobrinas no han pasado por ese trance. Las cosas están cambiando también en África. "La gente ya no se cree que tu hija no se vaya a casar si no la mutilas".
Djarra sabe que hablar de estos temas con otras mujeres es muy difícil. Lo que pasa en el bosque se queda en el bosque y no se habla fuera de allí. "Nos han educado para no sufrir". A pesar de eso, por sus manos han pasado más de 300 mujeres de muchas etnias africanas de 19 países. Reconoce que la generación presente aún está en peligro, por el choque cultural y la presión que tienen las familias cuando van de viaje a sus países. "Por eso les explicamos que en España es ilegal, y comparamos las leyes de cada país".
"Hay africanos que aún se escudan para defender la mutilación genital en que lo pone el Corán o en la tradición, pero no es verdad, no está escrito en ningún sitio", explica. A esas personas que aún defienden esta práctica, Djarra les aconseja que miren a las mujeres y piensen en su bienestar. Les recuerda que muchas mueren por hemorragias o en el parto o viven con secuelas psicológicas toda su vida.
Otra de sus funciones es formar a más mediadoras. Actualmente hay unas 12 vinculadas a Médicos del Mundo en toda España. Un proyecto que empezó en Barcelona en 2004. Como mediadora su función implica también a la sociedad española. "La gente a veces juzga a los africanos y su cultura a la ligera, sin saber qué hay detrás. No es fácil erradicar algo que ha sido un rito sagrado".
Sin embargo, esta mujer luchadora mantiene alta la esperanza. Cree que pronto la gente se escandalizará con lo que hacían sus antepasados. Para eso, insiste, "es necesario que la concienciación llegue a la escuela y a la sanidad en África, y las ONG están ayudando mucho en ese proceso".
Este jueves, Fátima Djarra estará en Madrid para compartir su experiencia en las segundas jornadas internacionales sobre la mutilación genital femenina, que la Unión de Asociaciones Familiares y Mundo Cooperante. Un foro de expertos para evitar que en un futuro próximo la cifra escalofriante de 140 millones de mujeres vivan con este estigma.
 
Pero, por desgracia, no sólo estamos hablando del mundo musulman, otro dios, otra cultura, una parte concreta del mapa mundial. Hacia el otro lado del mapa, en uno de los países pertenecientes a ese grupo llamado G-20, el feminicidio de miles de mujeres sigue sin ser correspondido con sentencias judiciales en sus tribunales, evidentemente dirigidos por hombres, y los culpables siguen sin pagar por ello.
 
Hundido en su pozo machista
 
El país norteamericano es uno de peores del G-20 para las mujeres
El 20% de las casadas pide permiso al marido para salir sola

Marcha de mujeres en México DF en 2002 contra los feminicidios sin castigo en Ciudad Juárez, al norte del país. / ALFREDO ESTRELLA (AFP)
 
La previsión meteorológica que ofrecen las cadenas de televisión mexicanas trata siempre de subir la temperatura del telespectador (hombre). Mujeres con vestidos ajustados al milímetro y minifaldas imposibles riegan de soles y nubes los mapas del tiempo. Y no es cuestión de zapear; la mujer-meteoróloga-objeto se repite en todas las cadenas. Un ejemplo menor de uno de los peores países del G-20 para ser mujer, según un reciente estudio publicado por la Fundación Thomson Reuters.
La violencia física y sexual, el machismo y el complicado acceso al sistema de salud de las zonas rurales sitúan a México en el puesto 15 de los 19 países analizados, solo por delante de Sudáfrica, Indonesia, Arabia Saudí e India. El informe compara la situación de las zonas más marginadas de México con las comunidades más olvidadas de África o Asia.
En México la discriminación aumenta a medida que disminuye la capacidad adquisitiva y que se oscurece el color de la piel. Las cifras que dibujan la situación de la mujer se disparan cuando se estudia a la población indígena, que supone el 6,7% de la población total. El analfabetismo de las mujeres que hablan lenguas indígenas supera el 33%, mientras que en los hombres no llega a un 20%. Los datos contrastan con un país en el que una mujer fue candidata a la presidencia en las elecciones de julio de 2012 y otra dirige con mano de hierro desde hace años el sindicato de maestros, el más poderoso de la República.
Las excepciones o avances no han logrado hasta ahora extirpar el machismo, enquistado en una sociedad en la que dos de cada cinco mujeres casadas tienen que pedir permiso a sus maridos para salir solas de día y en la que dos tercios ha sufrido algún tipo de violencia doméstica, según una encuesta oficial de 2010.
Al hablar de México y de mujeres, se impone recordar Ciudad Juárez, donde la ola de feminicidios que comenzó en 1993 consternó al mundo. Dos décadas después, los asesinatos siguen impunes, la cuenta sigue aumentando —sin datos oficiales— y el problema se ha extendido al resto del país y Centroamérica. El Salvador, Guatemala y Honduras ya figuran entre los siete países con más feminicidios del mundo.
 
Fuente: elpais.com
 

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